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AMOR Y PATRIA EN LAS ALTURAS

Publicado: 2012-11-12

Dicen que para llegar al cielo hay que cumplir diez mandamientos, amar al prójimo como a ti mismo y creer en lo más sublime de la existencia. También se afirma que la humanidad está en decadencia, que el egoísmo nos carcome, que sobrevivir a toda costa es la única salida. Quizá sea en las alturas, más cerca a Dios, donde podamos encontrarnos con él, con nosotros mismos y con nuestros hermanos, los peruanos olvidados, esos que no salen en algún spot de la Marca Perú, pero son también nuestro pasado, presente y futuro.

Por Javier Mejía

Lima siempre vive en hora punta. No tiene tiempo para pensar en el otro. Es egocéntrica y un tanto prejuiciosa. Ve con lentes para el sol a sus hermanas, las provincias. Muy en el fondo, quisiera ser hija única de esta dinastía llamada Perú. Sin saberlo, ella ahora es una chola power. Y sus descendientes quieren conocer sus orígenes. El centro de todo los espera.

Vía Evitamiento. Giro a la Ramiro Prialé. Camino a la carretera Lima- San Mateo. Salir de la rutina, una obsesión justificada.

Lo urbano se resiste a abandonar la escena. Sin embargo, la naturaleza omnipotente va apoderándose con sus verdes campos y empinados guardianes. El invierno serrano se acerca con un fuerte abrazo. Remezones en el estómago y mareos en serie indican el paso por los más de 4000 metros de altitud de Ticlio. Cerros bañados de nieve son el marco perfecto para un cuadro lleno de caminos sinuosos, mientras la música de fondo nos llega gracias a un coro de combatientes gotas de lluvia.

Un par de horas después, antes de una cita con la noche, La Oroya y su madrina Doe Run saludan con elegancia a los visitantes. La minería es pan para la mesa. Y eso para el obrero es sagrado. Modernidad a costa de la madre tierra. Así, el bus sigue su procesión al centro del mundo. Ya estamos cerca.

LA INCONTRASTABLE ‘MODERNIDAD’

Huancayo no es una plaza fácil si es que viajas por primera vez a la sierra peruana. Se te hace difícil la respiración. Un aire helado y seco se apodera de tus vías respiratorias. ¿Comer? No recomendable, al menos no hasta que te aclimates.

Algún mandatario en su optimismo orgásmico y un tanto esquizofrénico decía que el Perú avanza. Bueno, La Incontrastable no dista mucho de la Ciudad de los Reyes: gran flujo comercial, tráfico en el centro histórico, cines con servicio 3D, cadena de comidas, mendigos a la espera de caridad, y –claro- los amigos de lo ajeno siempre al acecho.

Tiene un mercado modelo para todos los gustos y con todos los sabores. Quesos gigantes nos invitan a probar su textura, heroicos cerdos y reses en pedacitos para saciar el hambre, el pan de cada día asegurado en tu mesa, miel de abejas legítima que no hace recordar la dulzura de unos labios femeninos, así como ajíes endemoniados que aluden a la perdición masculina, y mucho más.

Bien podría decirse que no hay más capitalista que un huancaíno. Madres corpulentas despachando vírgenes vegetales; boleterías de buses interprovinciales sin descanso; niños ambulantes ofreciendo papita con huevo, choclito con queso, o unas chaplitas bien suavecitas. Aquí no se necesita de Marco Antonio y su teleferia. La venta llega sola y la prosperidad también.

La ciudad wanka pareciera copiar no solo lo bueno de su vecina limeña, sino también lo malo. Si usted creyó que saliendo de la metrópoli escaparía de esos adorables vehículos que lo obligaron a visitar al quiropráctico, pagar su pasaje con sencillo y sentir el verdadero calor humano porque al fondo hay sitio, déjeme decirle que se equivocó. Combis, combis, everywhere. No todo es color de rosa. Y si no te gusta, pues ‘chapa’ tu taxi… ¿no?

Hay momentos en la vida en que quisieras hallar una respuesta. Levantar la mirada y salir adelante. Esto en Huancayo es un placer. El cielo es un verdadero lienzo. Los colores sí existen. El azul es azul. El blanco es blanco. Y Dios en los andes está más cerca de su pueblo.

Tras un día en esta acogedora ciudad, el corazón viajero siente que debe partir. El otro Perú aguarda. Un poco más de cuatro horas de viaje nos separa. Cada latido recuerda el sentido de esta odisea en los andes. Madres, niños, niñas y ancianos, aunque suene paradójico, esperan sin saberlo una sonrisa, un saludo, un abrazo, en fin, un ‘hermano, aquí estoy, no te he olvidado’. Huancavelica nos espera: con la pobreza en sus bolsillos, pero también con la riqueza en espíritu de su gente.


Escrito por

COMBASE

El vuelco que ha dado la comunicación en estos últimos años es favorable para la libertad de expresión, abriendo las puertas de la sociedad de la información a todo aquel que está dispuesto a aceptar el reto de abrir un espacio en la red y comenzar a escribir.


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